No sé exactamente cuál fue el punto de partida. Me dividí en partes. Reconozco poco.
Me había ido a dormir con ideas de un algo. Ese algo me devoró.
Desde entonces no veo a lo lejos. Un par de metros y... negro, borroso. Diría que desde entonces ando con cuidado, pero la verdad prefiero ya no andar.
Me reservo. Me guardo. Me escondo. Disimulo.
Ayer alguien vino a visitar. Le pregunté su nombre y no sabía. Me percate que yo también olvidé el mío.
Ese algo se llevó más de lo que pensé: letras y números. Quise contar, pero tampoco sabía el día. Tampoco el número de mi edificio, ni el nombre de la avenida. Olvidé mi código postal.
Dónde buscarme y cómo encontrarme. Ando con un alfabeto y sistema numérico incompleto.
Ah, no. Prefiero ya no andar.
Todavía sé cantar; bueno, balbuceo, titubeo. Pero sí sé bailar. El movimiento no se me ha ido. Y a pesar de que no puedo andar con ideas, ni palabras, sigo andando con los sentidos.
Para olvidar que se me nubla la vista, bailo con los ojos cerrados.
Algo no se llevó todo.: todavía puedo ver por dentro.