Mucho del ambiente lumínico viene naturalmente del pueblo. El lugar idealmente es frío y cubierto, casi en su mayoría, con neblina. Por esto mismo la luz será casi siempre difusa, pero creando contrastes marcados entre la luz y la sombra, entre lo que se revela y se oculta. Dando la sensación de un espacio que envuelve y atrapa misteriosamente a sus personajes.
El último evento es una celebración del pueblo que termina representando el pacto y unión implícita que hay entre la naturaleza y sus habitantes, y entre la vida y la muerte. Este encuentro exorcisa todo lo que el pueblo ha venido acumulando a lo largo de la historia y se refleja en la catarsis de una fiesta colectiva alrededor de una tradición: la quema del toro. Esta última manifestación contrasta visual y sonoramente con todo el misterio que se venía acumulando antes. El fuego, su calidez y color resalta brutalmente en un espacio que todo el tiempo se había mantenido frío, estático y expectante.