


Estas son historias que me contaste, perdidas en alguna hora en donde la luz atravesaba las ventanas, historias que bien pude haber olvidado o nunca haber sabido de ellas. Pero su constante repetición, el eco de las voces sobre los cuartos y el timbre con que atravesaban las paredes se quedó varado en mi memoria y en cómo empecé a construirla. No dudo que todas estas imágenes que construí en mi cabeza estén ya bañadas por estragos. En algún momento comenzaron a distorsionarse, a transformarse; empezando porque cada vez que las mencionabas ya había cambiado algo en ti y, por supuesto, en cómo yo las reinterpretaba.
Sólo hubo algo que se quedó y es el porqué abro el diario de esta casa e imagino sus palabras: la visceralidad con la que siempre regresaban a la punta de tu lengua.

