
Estas son historias que me contaste,
perdidas en alguna hora
en donde la luz atravesaba las ventanas,
historias que bien pude haber olvidado
o nunca haber sabido de ellas.
Pero su constante repetición,
el eco de las voces sobre los cuartos
y el timbre con que atravesaban las paredes
se quedó varado en mi memoria
y en cómo empecé a construirla.
No dudo que todas estas imágenes
que construí en mi cabeza
estén ya bañadas por estragos.
En algún momento
comenzaron a distorsionarse,
a transformarse;
empezando porque cada vez
que las mencionabas
ya había cambiado algo en ti
y, por supuesto, en cómo yo
las reinterpretaba.
Sólo hubo algo que se quedó
y es el porqué abro el diario de esta casa
e imagino sus palabras:
la visceralidad con la que siempre
regresaban a la punta de tu lengua.



