Tu sombra deambula cerca.
Puedo sentir tus miedos e inseguridades,
pero, ¿por qué de mí?
Ya no regreso al mismo lugar,
porque ya no quiero buscar
en el mismo círculo
que no para de repetirse.
Me contengo para no esperar.
Ante la imagen de ti,
me paralizo y
paralizo todo lo que me rodea.
Cierro los ojos y siento,
te siento.
Aunque sea sólo la idea de ti,
de tu compañía,
de tu voz y su eco.
Me percato de tu fragilidad,
de lo fácil que es romper todo.
Es inimaginable saberme con ese poder
y usarlo en tu contra.
Aún con posibilidad de cerrar todo,
me detengo.
Tu presencia no deja
de impregnarse.
Pero te desvaneces, te escabulles.
Una dulce brisa
en un bochorno ahogado
de escalas de grises.
Quizá, esta vez,
no valdría la pena
hablar de los espacios entre días.
Nos encontraríamos como si
estuviéramos destinadas a hacerlo,
como si no hubiera habido ruptura
entre tu ausencia y tu forma tan
abrupta de presentarte.
Me empezarías a contar historias.
Recuerdos para mí
y sueños para ti.
Yo saldría de aquí.
Me esforzaría por
ahorrarte tiempo
y esperas infinitas.
Y por primera vez,
nuestro reflejo
no sería un ente distante.
-Imagino que mi mamá al límite de todo, nos dedica estas palabras. Una disculpa corroída por tanta confusión. Es probable, que antes de nacer yo, ella haya tenido que renacer. Es, entonces, que a su vez, artículo este texto como un diálogo interno, un yo a yo.